Creo que tanto el poeta como el filósofo (para poner la figura del que piensa) tienen un terrible problema de expresión, en direcciones opuestas. Alguna vez escuché que el filósofo piensa mientras escribe, el poeta, en cambio, escribe mientras piensa. Creo que eso es correcto. Es decir, para el filósofo el pensamiento determina su escritura. Pero en el caso del poeta el asunto es al revés, la escritura de alguna manera produce su pensamiento, lo informa, lo dirige, lo determina. Yo siempre he tratado de interceptar ambas perspectivas. No es fácil, no siempre lo logro, pero sí me interesa que el poema no sea este objeto lírico, casi fetichista, con el cual no se puede hacer nada, mas que simplemente recitarlo y decir oh, ah, qué bien. Por el contrario, me parece que el poema es un instrumento legítimo de pensamiento. Al mismo tiempo me niego a que el pensamiento tenga que ser esta cosa aburrida, no-poética, en ocasiones excesivamente académica. / M. Montalbetti