En su corta y no menos intensa tradición, la poesía boliviana ha hecho suya, ha encarnado, una pasión por la brevedad de la palabra. Lo curioso es que esta pasión acabó domesticando la escritura –la superstición de una escritura–; búsquedas celosas de «ese» poema depurado, conciso, transparente, que al abolir entreveros y nubarrones, quiso ver claro donde no hay tal claridad, ni la habrá nunca. Extramuros de Benjamín Chávez precisamente rasga ese velo engañoso del oficio de escribir. La brevedad de sus poemas –hasta su mínimo posible, la ausencia de poema–, son tratados con una lucidez devastadora, crítica en más de un sentido; no la persecusión de la completitud del poema, ni de la palabra como pureza embrionaria. Al contrario, aquí la «depuración» es conquista del caudal metafórico, ensimismamiento de ese caudal, erguido en sus hilachas, en sus pedazos descarcarados. / R. Ortiz
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