Un saco de lectoparapita / A. Díez Astete

Un saco de lectoparapita / A. Díez Astete – Mariposa Mundial

Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Jaime Saenz (1921-2021), en estos días se publica un último libro de la lectura de lecturas que ha hecho Luis H. Antezana J., Cachín, en un arco de cuarenta años (desde 1977 a 2020) acerca de la obra de Jaime Saenz, en textos dados en diferentes momentos y formatos y ahora reunidos bajo el título redivivo Hacer y cuidar, donde el hacer pertenecería al que escribe y el cuidar al que lee.

Se trata de una publicación de Editorial La Mariposa Mundial y Plural editores, en la que se han empeñado, con una producción magnífica, el editor de la obra Alfredo Ballerstaedt y su prologuista Rodolfo Ortiz. La edición está prolijamente anotada y posee remisiones internas merecedoras de elogio, además de un índice de nombres y obras citadas; en la Nota del Editor se dice que:

“Los textos han sido ordenados y numerados cronológicamente por el año de publicación original, aunque, en algunos casos, la fuente de donde han sido tomados consigna uno diferente debido a que esa versión ha sido autorizada por el autor. De ahí que inmediatamente después del título de cada ensayo se incluye, entre corchetes, una breve referencia de contexto que informa el tipo de texto (entrevista, prólogo, etc.) y el año, y, entre llaves, el de la publicación original. Al final del volumen figura un apartado con la fuente y noticia completas de los textos”.

Pensando en la utilidad que podría tener saber por adelantado los contenidos que señala el Índice de la obra, diremos que ésta viene con un Prólogo [Dintel] de Rodolfo Ortiz, la Nota del Editor Ballerstaedt y una primera parte con los diez textos de Antezana escritos entre 1977-1989, y una segunda parte con los diez de 1996-2020. Sin formar comparaciones temáticas entre ellos, en ambas secciones a sola vista destacan como dominantes los trabajos sobre la novela Felipe Delgado (y en menor proporción sobre su poesía); pero a la vez están rodeándola los que podemos llamar ensayos referenciales y de contexto de la obra saenziana (de Urzagasti, Zavaleta, lectores diversos) en la orfebrería de Cachín.  A la cronología y la bibliografía del caso, se suman unas Apostillas, Apéndices y un Anexo que enriquecen mucho la edición de esta obra especial.

Es del Dintel que se pone como prólogo que podemos mencionar algunas ideas que Ortiz nos da, acerca de cómo ve él esta obra reunida de Antezana, en su importancia como sentido pedagógico literario, así como el de su sentido de lectura libre de ataduras, sentido al que,  según Ortiz,  Antezana terminará derivando en su periplo intelectual saenziano. Ya de entrada dice:

…“un artefacto de esta índole se nutre de la recuperación de sus propias rupturas, que a la larga van entretejiendo distancias insólitas entre sus páginas y que en el fondo se escriben en una especie de ausencia de libro que no silencia ni excluye aquello que desconoce en razón de su destino. Esta imagen de libro es la que me toma por asalto cuando leo estos textos que Luis H. Antezana escribió, desde 1977 hasta hoy, sobre Jaime Saenz y su obra”.

Rodolfo Ortiz presenta el hecho de que Antezana en sus textos se ha construido a sí mismo como un lector “multívoco, experimental, di­gresivo, que al mismo tiempo tantea con precisión y claridad el advenimiento mismo de una obra, la de Saenz”; a la vez que llega ahora a entregarnos esta “imagen de libro” sobre Saenz, más bien como una “imagen de mundo” proteico que como una posible “forma definitiva” a la que haya arribado.

Si Antezana en algún momento había dicho que “toda lectura se queda en el camino”, por ejemplo a propósito de su lectura de Oscar Cerruto, Ortiz encuentra que esa misma tensión es “totalmente aplicable a su experiencia como lector de las tensiones inagotables que abriga la obra de Saenz”, a partir de una indagación sostenida. El prólogo se ocupa de expresar que, en principio, entiende la imagen de este  libro como una forma esquiva, igual que su objeto (la colección de textos sobre Saenz) “que va formando un mundo que no engloba, pero que reconoce al escri­birse”; (…) “un instante de ver que alcanza ahora su momento de concluir y que abre (siempre al lector) un tiempo para comprender. Un umbral al cual comenzamos a construirle un dintel”.

El prologuista, sin abandonar su rigor analítico, dirá que le resulta mucho más entrañable la figura del lector Antezana, que está lejos de encarnar (imitar) a lectores como René Moreno o Medinaceli, para quienes la lectura privilegiaba el canon monumentalista. En contraposición, pone de relieve que “Antezana absorbe la figura de un lector del mo­delo poético que le ofrecen los aparapitas y, fundamentalmente, «la experiencia del saco de aparapita» que recrea Saenz”, que en algún momento Antezana denomina como «experiencia de lo profundo», a propósito de la bodega y el modelo vivencial del aparapita en Felipe Delgado.

Así pues, este prólogo ha recuperado de la aparente dispersión tensionada, una unidad en reposo. Hay mucha lucidez en Ortiz para decir, lo que no deja de ser un respetuoso reconocimiento, que:

“Si de Wittgenstein incorpora [Antezana] el abandono de una visión formal y sistemática de la significación, en razón de una apuesta por la perplejidad que produce el funcionamiento del lenguaje, de la obra de Saenz extrae otro tipo de operaciones que tienen que ver con un grado de conocimiento distinto, pero sobre todo con un tipo de experiencia que no se reduce a una recolección de novedades inmediatas, en tanto vivencia compleja fundada en la memoria”.

Sabiendo que para Saenz el saco del aparapita, alcohólico insondable, es un conjunto de remiendos de todos los materiales y clases de telas y otros elementos susceptibles de usarse para remendar un saco una y otra vez, hasta que desaparece el original y surge su verdadera memoria, Ortiz terminará diciendo que este libro de Cachín Antezana es “una multiplicidad de materiales conjugados que habitan y se esconden en su propio saco, un saco de lectoparapita cuyo tejido vivo ya es uno solo, pues la diversidad de remiendos (y colores) sin duda experimentó innumerables mutaciones hasta adquirir el color del tiempo, que es uno solo”. Saludamos este Hacer y cuidar que surge como un digno homenaje a Saenz.

Obrajes, octubre 2021.